sábado, 4 de febrero de 2017

El origen de la letra ñ

La ñ no entró en el diccionario de la Real Academia Española hasta 1803. Pero el origen de esta letra, genuinamente española, se remonta casi 1.000 años atrás.

“La eñe es un salto cultural de una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una sola letra un sonido que en otras lenguas sigue expresándose con dos"
Gabriel García Márquez

Para conocer cómo surgió esta icónica letra hay que retroceder a la Edad Media. En latín, ni la letra ni el sonido correspondiente a la eñe existían. Pero a medida que el latín evolucionó y empezaron a surgir las lenguas románicas, como el castellano, el francés o el italiano, apareció este sonido nasal (el aire sale por la nariz) palatal (al pronunciarlo el dorso de la lengua se apoya contra el paladar) que identificamos como "eñe".
Al no existir en el alfabeto latino, los escribas tuvieron que inventar formas de reproducir ese sonido en los textos de las lenguas romance.
Así, desde el siglo IX, los copistas empezaron a transcribir el sonido de la eñe de tres formas diferentes:


"En un mismo texto podíamos encontrar las tres variaciones fonéticas de la eñe, según la procedencia del copista. No había una norma generalizada", dice José J. Gómez Asencio, catedrático de la lengua española en la Universidad de Salamanca.
Los escribas que optaban por usar la doble ene (o ene geminada) empezaron a abreviar esta forma, dejando una sola ene y poniendo una vírgula encima (el sombrerito tan característico de la ñ).
"Esto fue una solución para ahorrar pergamino y facilitar el duro trabajo de los monjes escribanos. Es por eso que el uso de abreviaturas era muy común en la época", recalca Gómez Asencio.
Y es que los monjes eran prácticamente los únicos que sabían leer y escribir en la Edad Media, por lo que la mayor parte de la cultura antigua se transmitió a través de la labor de estos copistas.

El triunfo de la ñ
El uso generalizado de estas tres formas de reproducir el sonido de la eñe en un mismo texto generó una situación caótica, en la que en un mismo texto se podían encontrar las tres variantes -ñ, gn y ni más vocal- sin que hubiese ningún tipo de uniformidad.
Esto fue así hasta que en el siglo XIII, la reforma ortográfica del rey Alfonso X el Sabio, que buscaba establecer las primeras normas del castellano, se decantó por la ñ como la opción preferente para reproducir ese sonido.
Durante el siglo XIV la eñe se extendió en su uso y Antonio de Nebrija la incluyó en la gramática de 1492, la primera del castellano.
El español y el gallego optaron por la ñ (España) pero cada lengua románica adoptó su propia solución gráfica para el sonido palatal nasal. Así el italiano y el francés se quedaron con la gn (Spagna, Espagne), el portugués con la nh (Espanha) y el catalán con la ny (Espanya).

*Este artículo es parte de la versión digital del “Hay Festival Arequipa”, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad peruana entre el 8 y el 11 de diciembre de 2016.

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