sábado, 4 de febrero de 2012

Yoga - Dhyana (La meditación)

Dhyâna es el séptimo miembro del Asthânga Yoga, la meditación.
No es suficiente permanecer inmóvil con los ojos cerrados para pensar que se está meditando. La meditación requiere, además, una sincera motivación interior.
Conviene recordar que es necesario tener un objeto de meditación; sin objeto sobre el que meditar, no hay meditación.
En las primeras etapas de la práctica es conveniente elegir un objeto físico, como puede ser una esfera, un dibujo, un punto, o algo que nos resulte agradable; más adelante, en etapas más avanzadas estos objetos se pueden volver más sutiles y no tienen porqué ser físicos; de este modo, tanto pensamientos, sentimientos, una afirmación o cualquier imagen mental son perfectamente válidos y habitualmente utilizados como objeto de meditación por los practicantes más experimentados.
Hay que señalar que sea cual sea el objeto seleccionado, debe ser muy bien percibido por el meditador, dicho objeto debe poseer una realidad, tanto objetiva como subjetiva, debe ser reconocible para él.
Al comenzar la sesión, el meditador debe colocarse en una postura cómoda, en la cual pueda estar 15 o 20 minutos sin interrupción, preferiblemente sentado sobre un cojín con las piernas cruzadas; no obstante, pueden adoptarse también otras posiciones; al principio sobre todo, la cuestión es estar cómodo para no distraer la atención.
La espalda debe permanecer recta y erguida pero sin forzar y sin sentir molestias.
Los brazos y los hombros quedarán caídos y relajados, al igual que las manos que descansarán sobre los muslos. Sobre la forma de reposar las manos existen numerosas variantes, pero eso se indicará en otra entrada.
El mentón se recoge hacia dentro y la cara permanece relajada, sin tensiones de ningún tipo; los ojos pueden permanecer entrecerrados, pero también pueden cerrarse si esto no provoca somnolencia. La hipotética mirada debe dirigirse como a un metro por delante y hacia abajo.
La respiración es imprescindible efectuarla por la nariz, tranquila y centrada en la zona abdominal, alargando la espiración.
Por último, la actitud mental debe ser de atención; atención en la postura, en la respiración, en las sensaciones, en los sentimientos...; en realidad, en cualquier cosa que pase por la cabeza en esos momentos, pero debe ser de una forma desapegada, meramente observando y sin tratar de interferir.
En las próximas entradas se irán citando las diferentes técnicas que se pueden emplear para meditar.
Para aquel que no tenga ninguna preferencia, es conveniente ir probando cada una de ellas a fin de encontrar la más acorde con su personalidad y la que mejor le facilite alcanzar el estado meditativo.

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